No me interesa lo que digan. ¿Esta “nueva normalidad” de la que todos hablan? Quizá sea nueva, pero, definitivamente, no es normal.

Sientas lo que sientas acerca de las mascarillas, algo es seguro. Cubren más que solo nuestra nariz y nuestra boca. Si bien tal vez sirvan para frenar la propagación de los gérmenes, cubrir nuestra boca tiene otras consecuencias no deseadas.

No podemos ver las sonrisas.
No podemos leer los labios.
Se nos impide intercambiar formas naturales de expresión y conexión.

Nada de eso es normal.

Lo que es normal es gozar de mucha conexión presencial, del contacto físico y de una sonrisa. Sonreír es una expresión natural de amabilidad, de dicha, de nuestra interconexión, de la esencia misma de lo que significa ser humano. Sonreír es parte de la calidad humana universal que trasciende culturas, clases o credos. Una sonrisa auténtica puede ser compartida y comprendida por todos, desde los bebés hasta los octogenarios, sin necesidad de pronunciar palabra alguna.

En el Camino de Santiago, las sonrisas y los ademanes rápidamente se convierten en una de las maneras primordiales de comunicarse con los demás. En un solo periodo de 24 horas te encontrarás hablando español, francés, alemán, coreano, italiano, polaco, portugués, checo y gallego… no con palabras, sino con tus ademanes y tus expresiones faciales. Es un lenguaje universal, disponible para todos.

Incluso si no te consideras una persona que sonríe con naturalidad, en los tiempos previos a esta costumbre obligada de cubrir nuestra cara, probablemente sonreías diez o quince veces al día como parte de tu interacción rutinaria con otras personas. Por desgracia, ahora nuestras interacciones son filtradas, en términos literales y figurativos a la vez, y esto dificulta aun la más sencilla conversación. Tal vez hayas tenido tus propias dificultades para entender a otros y para darte a entender tras esa cortina de tela.

Durante un tiempo en mi niñez tuve problemas de audición, por lo que adquirí la habilidad de leer los labios. Aunque ahora escucho a la perfección, todavía se me dificulta entender a alguien que se cubre la boca con la mano, por ejemplo. Y ahora, la Mascarilla, el Cubrebocas. Parece que he entrado a una realidad alterna, sorda, en la que apenas logro comprender a los demás. No puedo siquiera imaginar qué siente una persona con discapacidad auditiva permanente al encontrar de pronto que, en esencia, se abolió la lectura de labios en público.

Esta nueva normalidad es todo menos eso.

Cuando no podemos ver la sonrisa o las expresiones faciales de los demás, tendemos a dejar de sonreír nosotros. Cuando dejamos de sonreír, nos sentimos peor. Nuestro mundo se vuelve un poco más apagado. ¿Por qué sucede tal cosa? Resulta que sonreír cambia la química física de nuestro cuerpo y nuestro cerebro para bien. Potencia nuestra felicidad. Baja nuestra presión arterial y reduce el estrés. Sonreír incluso refuerza nuestro sistema inmune.

“Sonreír convence a tu cerebro de que estás feliz, de modo que comienza a producir los neuroquímicos que, de hecho, te provocan felicidad.” – Shawn Achor

Entonces, para contrarrestar estos tiempos de una creciente anormalidad, he emprendido un nuevo proyecto que llamo Sonríe de todas formas. Me reto a mí misma a convertirme en un ser sonriente y a hacer mi parte para cambiar nuestra dinámica colectiva de miedo, separación y escasez por una dinámica de amabilidad y generosidad genuinas, una sonrisa a la vez. Tú puedes hacer lo mismo.

No importa si tu mascarilla oculta tu sonrisa. Sonríe de todas formas. Sonríe de todas las maneras posibles. Dile a las personas que les estás sonriendo detrás de tu cortina de tela. Considera en hacer o comprar una mascarilla con una sonrisa natural grabada. No es necesario que caminemos por doquier con el omnipresente cubrebocas desechable color azul pálido, como si todos nos encontráramos en un gigantesco hospital. Usa tu creatividad para portar tu sonrisa auténtica.

Sonríe de todas formas

Busca sonrisas a donde vayas. En el supermercado, dile a las personas detrás de tu mascarilla: “No lo ves, pero te estoy sonriendo”. Aprende a detectar la diferencia entre entrecerrar los ojos y sonreír. Sonríete al espejo con la mascarilla puesta y mira tus ojos. Ahora, entreciérralos y observa la diferencia. Prueba a hacer otras expresiones faciales comunes y observa cómo cambian tus ojos. Ahora, busca esas diferencias en otras personas.

Estos tiempos cada vez más anormales nos ofrecen muchas oportunidades. La oportunidad de ver a los demás a los ojos. De verdad. La oportunidad de afinar nuestros sentidos y desarrollar el superpoder de ver, realmente ver a quienes nos rodean y a nuestro interior en este año-de-la-visión-clara, 2020. La oportunidad de crear una normalidad mejor y más brillante, una sonrisa a la vez.